22 marzo 2007

Leer una vida

La profesora estaba repartiendo las cartas. Tú estabas ilusionada, lo sé. Quizás con un poco de suerte sería a él y no a ella a quien tuvieras que contestar. El proyecto del colegio de hacer que os escribierais cartas con otros alumnos de otros centros podía ser una oportunidad única para ti. Si era un chico podrías entablar amistad con él, eso sería algo de lo que podrías estar orgullosa, incluso de presumir de ello.

Incluso podrías tener una relación con él por carta, enseñar a los demás las cosas bonitas que te diría y presumir de tener novio. Además, que fuera por carta solamente sería hasta mejor, le daría un toque romántico, un amor a lo Romeo y Julieta: separados por las circunstancias.

Esas de tu clase que siempre han creído que no valías para nada se morirían de envidia viendo que sí hubo alguien que se fijó en ti. Y además, con los chicos no te llevabas especialmente bien (más bien todo lo contrario), eso les haría verte más atractiva, pensaste…

Y no. La carta era de ella. Todo el sueño anterior se te esfumó en un momento. Menuda desilusión. En fin… la sonrisa desapareció de tu rostro mientras veías que había algunas a las que sí les habían tocado cartas de chicos y reían con vergüenza. Uf! Ahora por si no tengo bastantes cosas que hacer, encima esto…, te dijiste.

Pero callaste y contestaste aquella carta. En cuanto a los demás, habían reacciones para todos los gustos frente a sus cartas:

- ¿Has visto? Me ha enviado una foto! Creía que era de otra manera, no me lo esperaba así…

- Yo no creo ya que conteste a la chica que me ha escrito. Al fin y al cabo, tengo cosas mejores que hacer y esto no nos lo va a evaluar nadie.

- Este es del Barça como yo. Me ha dicho en la última carta que tiene un balón firmado que le trajo su padre, y que si quiero igual puedo ir a quedarme a su casa este fin de semana que quiere y me lo enseñará…

En fin… menos algunos chicos, los demás dejaron de escribirse con sus respectivos contactos. Lo que parecía tenía que ser una gran ayuda para facilitaros el aprender a escribir mejor fue un soberano fracaso. Nadie puso interés.

Y tú creías que ella haría lo mismo. Seguramente en ese colegio de Onda también tenía sufiente faena como para perder el tiempo contestando la carta de alguien de quien no sabe nada. Pero al cabo de unos días te envió otra contestando la tuya y enviándote una foto: era una chica morena, de pelo liso, parecía guapa y tenía la piel color canela. En la foto salía con su hermano pequeño. También había otra foto de carné, suya, pero con el pelo más corto.

Contaba que le hacía ilusión saber cosas de tí, parecía interesada en ciertos gustos tuyos por la música y te dijo que quería saber qué tipo de música te gustaba, cómo eran tus amigos y si solías salir los fines de semana por ahí con ellos. Quería saber cosas de tí.

Al encontrarte con aquella reacción te quedaste un poco confundida. No es lo que esperabas.

Mamá te vió un día leyendo una de sus cartas:

Madre: ¿Y ese interés por la correspondencia?
: Es lo del cole. Me contestó la chica de Onda.
Madre: A ver… ¿puedo ver el sobre?

Entonces examinando el sobre sonrió, y dejándolo y volviéndose hacia la cocina te dijo: Siempre te quejas de que no tienes amigos, pero mira…

¡No es una amiga! Si apenas me conoce…

De eso hace ya 14 largos años. Has seguido toda una vida a través del papel. La viste crecer, salir, emborracharse. Tener un primer novio a los 14 años que la engañó con una amiga suya.

Después tuvo otro que aún no sería el definitivo. Sí, tuvo momentos de flaqueza que te hacian sufrir a tí también. Más tarde te enteraste de que no acabaría el instituto, quería ponerse a trabajar. Entre cosas y otras la viste con trabajo y con una relación de la que hasta te enteraste de sus momentos de crisis.

Parecías una mera espectadora en una butaca, viendo una obra de teatro y siendo (casi casi) omnipotente. Te enteraste de muchas cosas. Pero no fuiste espectadora del todo por una razón: ella siente predilección hacia tí. El personaje que actúa se vuelve hacia tí y te mira. Eso hace que aunque reticente a enseñársela, ella también ocupe una butaca en tu vida y sea una observadora desde la distancia.

Cada cumpleaños, cada Navidad, has tenido llamadas suyas, cartas y noticias de ella cuando ya pasaba demasiado tiempo sin saber nada. Hace poco tuviste que borrar su número fijo de la agenda… para escribir otro. Se casó. Un capítulo más de una vida por escrito.

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