23 diciembre 2008

Adolf


Estos dias he estado terminando la lectura de Adolf, el manga de Tezuka, que llevaba empezado ya hace demasiado tiempo. He empezado con este porque me he propuesto terminar de leer todo lo que un día empecé y dejé a medias (después de Adolf va Alita, ángel de combate). Me ha animado haberme hecho una cuenta en aNobii para hacer un seguimiento de mis libros y cómics, y al empezar a hacer "inventario" me ha dado pena ver que me he dejado muchas cosas a mitad leer, tanto de cómics como de libros.

Bueno, pues volviendo al título del post, este manga es uno de los que se merecían acabarse cuando los empecé, porque tiene toda la calidad de la madurez de Tezuka, y aún más... porque mientras Buda, siendo igualmente una gran obra, se centra en la vida de Siddartha y se mantiene en una misma cultura y contexto, en Adolf el lector vive en Japón, en Alemania y hasta en Palestina. Y el autor refleja en todo momento la inquietud de cada pueblo, de cada país en sus momentos más delicados. Me han hecho llorar por igual la crueldad de la Alemania nazi, los bombardeos (culminados por las dos bombas atómicas) sobre Japón y la desafortunada situación permanente de guerrillas en Palestina, en la lucha de árabes contra judíos.

Sobre la historia de los protagonistas, hay que decir que ante todo es dramática y trágica, pues son personajes que de niños se profesan una amistad ajena a los prejuicios raciales, pero que a medida que crecen se ven atrapados por la sociedad del momento, y se vuelven justamente en lo que tanto odiaban de pequeños. En la historia se entrelazan las vidas de tres Adolf: Adolf Hitler, Adolf Kaufmann y Adolf Kamil. Son sobretodo estos dos últimos los que más relevancia tienen, aunque aparecen otros personajes que también resultan importantes, como es el caso de Sohei Toge, un periodista japonés que se ve envuelto en los sucesos cuando está retransmitiendo los juegos de Berlín.

En definitiva, opino que es un cómic que tanto los lectores habituales de manga como los no habituales deberían leer, solamente por el profundo reflejo de sentimientos que consigue transmitir Tezuka i el gran moralismo que está siempre inherente en sus obras.

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